Mora de Rubielos

Altitud: 
1.035 m
Población: 
1.585 Habitantes
Descripción: 

Pedro II entregó Mora a Pedro Ladrón en 1198, y perteneció a la comunidad de Teruel hasta la creación por Jaime I de la baronía de Jérica para su hijo natural Jaime. El hijo de éste, Pedro de Jérica, tomó partido por Castilla en la guerra de los dos Pedros, lo que causó gran disgusto a los vecinos que abrieron las puertas al conde de Prades, bajo la condición de que la villa perteneciera siempre unida a la Corona. Pedro IV de Aragón lo confirmó en 1364. Sin embargo, los señores de Jérica hicieron caso omiso y vendieron sus derechos al vizconde de Cardona, y éste, a su vez, en 1367, a Blasco Fernández de Heredia, señor de Foyos. En 1370 lo donó a su sobrino Juan Fernández de Heredia, y al morir sin sucesor en 1388, pasó a su sobrino Juan Fernández de Heredia, llamado antes Gil Ruiz de Liori.

Es en estas fechas, finales del XIV, cuando ha de situarse el inicio de la construcción del castillo que actualmente puede contemplarse, sin duda uno de los mejores ejemplos de arquitectura cívico-militar del gótico mediterráneo. La fortificación se situó en la parte más alta de la villa, aprovechando la plataforma rocosa que allí existía, pero fue necesaria, para dar mayor amplitud al recinto, que se le adosaran dos estructuras laterales consistentes en grandes bóvedas apoyadas por un lado en la plataforma rocosa, mientras por el otro lado estriban en los grandes muros exteriores del castillo, lo que permitió la existencia de sótanos, de los que de otro modo habría sido imposible disponer.

La elección del lugar donde se sitúa el castillo no fue casual, y, junto a los accidentes topográficos y las vías de comunicación, configura la extensión del primer recinto. Los dos caminos (el de Alcalá a Albentosa y el que une Rubielos con Cabra) que lo cruzan determinan las calles principales de la villa. Todo ello, unido al crecimiento orgánico y sin planificación previa, configuran un urbanismo típicamente medieval. Además de la impronta que marca el diseño urbano, en la actualidad se conservan el portal de Alcalá (entre dos torres) y el de Cabra o de las Monjas (torre puerta).

La actual iglesia, dedicada a la Natividad de la Virgen, alcanzó en 1454 la categoría de colegiata, que mantuvo hasta 1851, gracias al empeño del señor de la villa Juan Fernández de Heredia VII. A partir de esta fecha se inició la construcción del templo que hoy vemos, sin duda el ejemplo más grandioso del grupo de iglesias aragonesas con planta de una nave y capillas laterales. Su cabecera es de triple ábside poligonal de cinco lados con contrafuertes exteriores. Su amplísima nave, de treinta y seis metros de longitud, veintiuno de altura y diecinueve de ancho, lo convierte en el segundo templo de nave más ancha de España, después del de Gerona. Esta nave de cinco tramos se cubre con bóveda de crucería sencilla, salvo el tramo más estrecho, a los pies, correspondiente a la gran capilla del coro, que lo hace con crucería estrellada, lo que unido a sus ventanas semicirculares, pero aún góticas, sitúa su edificación ya en el siglo XVI. Se ha relacionado con el arquitecto Guillermo Sagrera, que construyó el palacio de Alfonso V en Nápoles, el Castel Nuovo, entre 1442 y 1458, aunque sería más fácil vincular la obra a los maestros Conrat Rey y Gonzalvo de Vilbo, los cuales trabajaron a fines del XIV en la iglesia de San Francisco de Teruel, muy semejante a ésta y vinculada al mecenazgo de los Heredia. El claustro, en el lado norte, se realizó a expensas del cabildo, entre 1482 y finales del siglo XV. La colegiata sufrió en 1544 un incendio que destruyó la biblioteca y los archivos parroquiales, tras el cual se realizaron labores de cantería entre 1549-1551. En 1549 se documenta la presencia en Mora de Quinto Pierres Vedel, a quien habría que atribuir los copetes que rematan los botareles y los encuadernamientos de las ventanas exteriores, adornos típicos de un renacentismo muy avanzado. Ya de época barroca aparece, adosada a los pies, la capilla del Sagrario (o la Virgen del Pilar), un espacio independiente, centralizado, bajo una cúpula con linterna. Sus pechinas se decoran con estucos de los evangelistas, mientras que el resto se recubre con esgrafiados de gran finura. La portada que da acceso a la capilla se adorna con sendos estípites de estuco. La torre, obra del XVII, adosada a los pies al lado de la epístola, tiene cuatro cuerpos de cantería. Durante la guerra civil la iglesia albergó talleres militares, almacenes y un punto de vigilancia. En estos momentos se perdieron todos los retablos. El actual retablo mayor, de estilo neogótico, fue realizado en 1945 por los hermanos Albareda.

La fachada del ayuntamiento presenta un volumen muy macizo, realizada en sillería en estilo herreriano, generalizado a mediados del siglo XVI. La hornacina sobre la puerta central tiene un frontón partido barroco, bajo la cual aparece una inscripción alusiva al año 1728, que interrumpe bruscamente la moldura original, posterior por tanto al edificio. En el piso bajo se abre una arquería como ya era usual en los ayuntamientos turolenses del XVI. El tercer cuerpo se le añadió, sin desentonar, en el XIX.

Dentro de la arquitectura civil, en Mora se encuentran interesantes viviendas, de las cuales muchas sólo conservan original la fachada: desde una interesante portada románica (calle Las Parras n.º 20), a varias góticas y renacentistas, como el caserón “de Pilón” (Las Cuatro Esquinas n.º 4), “de Marín” (Las Cuatro Esquinas n.º 2) o la casa de Amalia Torres (calle Teruel n.º 27), quizás del XVI. El convento de franciscanas o “casa de las Monjas” posee un patio interior porticado, al modo italiano. Más remodelada en el siglo XVIII es la casa Cortel de la Fuen del Olmo (calle de las Parras n.º 3), que ya existía en 1492. Muy similar, pero quizás ya del XVII, es la casa del Curato (plaza de la Iglesia n.º 5), todas ellas construidas en piedra tallada en sillares sin revoco y con interesantes labores de forja (rejerías, aldabones, clavos, etc.), recoletas plazas (de la Raza, El Plano, Mayor), arcos-porches, etc.

Mora mantiene una gran tradición devocional en las numerosas ermitas que pueblan su término municipal. La ermita de Nuestra Señora de Loreto (o de Santa Lucía) y la de San Roque forman un mismo conjunto. Situada en el cerro de las murallas, la ermita de la Dolorosa corona el vía crucis. Parece del siglo XVII, pero fue renovada en 1959 y ha perdido su forma original. La ermita de San Miguel se encuentra en la carretera de Rubielos. La ermita de la Soledad, obra del siglo XVIII, se encuentra cerca de la carretera de Teruel, a la salida del pueblo. Alejadas del núcleo urbano de la villa encontramos una serie de ermitas vinculadas a la población dispersa de las masadas. Así, la ermita de la Magdalena fue parroquia del área de los Salobrosos. Por su parte, la ermita de San Antonio de Padua, obra del siglo XIX, se vincula a las masadas de Los Campillos. Más desconocida es la ermita de la Viña, un pequeño templo también decimonónico y de gusto popular, que presenta el interés tipológico de su rigurosa planta de cruz griega, buen ejemplo de especialidad centralizada.

Mora es conocida como “villa del toro embolado”. El ciclo festivo gira en torno al toro y al fuego, que unidos constituyen un verdadero espectáculo: se coloca un yuguete en la testuz del animal, instrumento en el que se insertan dos bolas de material combustible a las que se prende fuego, dejando en libertad al toro que ilumina las calles del pueblo, previamente delimitadas con barreras.